“Ya falta menos”, susurran las calles de Pamplona, que aguardan, con sus adoquines impolutos, las pisadas de los primeros mozos. Bajo la atenta mirada del santo, las fiestas de San Fermín se preparan para volver tras dos años de parón, con la euforia desmedida y las ganas acumuladas.
Dos días quedan para el 6 de julio, cuando vuelven las fiestas que tiñen de blanco y rojo la ciudad, y atraen a miles de turistas a Navarra. Y qué mejor forma de conocer la comunidad que aprovechar para visitar Bodega Otazu y completar los días de fiesta con una verdadera experiencia enoturística.
Durante los días de San Fermín, Bodega Otazu se alza como destino turístico perfecto, el lugar en el que se reúne lo mejor de su esencia y se comparte con el visitante, un espacio en el que descansar de los días de fiesta en Pamplona, un espejismo de tranquilidad en mitad de la festividad. La experiencia de enoturismo por la Bodega Navarra es el viaje perfecto pensando en los amantes del vino, la cultura, la historia y la naturaleza.
La Bodega Navarra, ubicada a tan solo 8 kilómetros de Pamplona, ofrece una vivencia artística y enológica a través de un recorrido donde el arte contemporáneo, la cultura enológica, la naturaleza y el patrimonio histórico convierten la experiencia Otazu en algo único.
La visita ‘Señorío de Otazu’ es la experiencia más completa que ofrece Bodega Otazu, un recorrido de 180 minutos por el paraje que alberga la Bodega. Se atraviesa el histórico Señorío de Otazu, edificado en la Edad Media, donde a la vez se podrá conocer en profundidad la iglesia románica del siglo XII, la torre palomar (s. XIV) y el palacio de Otazu (s. XVI). El recorrido continúa por el antiguo edificio de la Bodega del siglo XIX convertido en el actual Museo del Vino, sin olvidar los espacios de arte contemporáneo de la Fundación Otazu, galardonada con el Premio “A” al Coleccionismo 2020 por la Fundación ARCO.
Como no podía ser de otra manera, el paseo finaliza en las nuevas instalaciones de la Bodega, donde destaca la importante sala de barricas, conocida como ‘la Catedral del Vino’ —obra del arquitecto Jaime Gaztelu y símbolo reconocible de Otazu—, la sala de elaboración y el cementerio del vino. Una vez completada la visita, la pareja podrá disfrutar de una cata de tres vinos, cada uno maridado con un pintxo elaborado y especialmente seleccionado.